EL BAILE DEL LOCO
RELATOS A LAS 3 CARTAS
Co-creados con el Devian Moon Tarot de Patrick Valenza
Abril 8 2025
En medio de las mil tonalidades de grises, como en una foto en blanco y negro, lo vio destacar. En medio de esa muchedumbre, descolorida y casi podrida, lo observó. Blanco y rojo. Luminoso. Feliz. Ajeno a todo el hedor que se desprendía de esos rostros tristes, alargados y casi deshechos, fundiéndose con lentitud pasmosa, para convertirse en nada. O tal vez ya eran nada. Menos él. Que con sonrisa socarrona, casi insultante, danzaba al son de los tambores imaginarios que merodeaban por su cabeza. A veces saltaba. Otras, daba pasos de baile imposibles. Miraba esa luna cuarto creciente, la alababa con sus manos locas, alargándolas hacia ella, llamándola con aullidos locos.
Danzaba en medio de esa depresiva mole de sombras, dando vueltas sin parar. Tocándolas, empujándolas, invitándolas a danzar con él. Pero sólo conseguía rugidos de reproche “¡aparta, loco!”, “déjame en paz!”, “eh tú, te mereces una paliza”… Cualquier improperio que recibía era celebrado con saltos de circo, con piruetas imposibles y su sonrisa se convertía en una carcajada, que, lejos de ser fantasmagórica, pretendía ser contagiosa. Sin embargo, el gris que le rodeaba no tomaba color, seguía oscureciéndose, afeándolo todo.
Ella lo miraba embobada. Le gustaba. Estaba tan vivo y ella tan muerta. Estaba tan loco y ella tan cuerda. Era tan libre y ella tan prisionera. Eran los polos opuestos perfectos.
- Eh tú. Muévete que tenemos que llegar al trabajo. - Una voz de ultratumba la sacó de sus observaciones. La calles, siempre repletas de esas sombras andantes, no permitían pararse ni un segundo a no ser que los semáforos obligaran a hacer un alto en el camino. No había tiempo para regocijarse en nada. Las obligaciones eran muchas, un pequeño retraso podía implicar perder el camino diario que nunca cambiaba. El que siempre seguía igual y así debía seguir siendo.
- Disculpe… yoo…. -Una mano la arrancó sin dudar del camino marcado. Sin darle tiempo a terminar su disculpa. Una mano cálida, acogedora. Era la mano del loco. Sin darle tampoco tiempo a resistirse, el loco feliz, libre y bailarín, la hizo girar sobre sí misma, mientras él saltaba a su alrededor. Ella, tan gris como los demás, sintió el color del loco. Pero no lo podía coger. Ella no podía.
El loco la cogió por la cintura, obligándola a que ella reaccionara pasando sus brazos por su cuello. Ella escuchó en su cabeza una melodía.
- ¿Lo oyes tú también? Es un vals. Bailemos.
- Pero… yo… Yo tengo que seguir… yo…
- ¡Excusas! Eres libre de hacer lo que quieras. -Y dicho esto, danzaron los dos, flotando ajenos al ajetreo gris de la muchedumbre borrega.
El loco y la sombra gris. Danzaron, saltaron y, exhaustos, se sentaron a mirar la luna. El loco sonreía. Ella no se atrevía. El loco le cogía con confianza la mano, ella, desconfiada, se la dejaba coger.
- Puedes sonreír. Estás a salvo conmigo.
- No nos está permitido.
- Mientes.
- No, no miento.
- Sí. Tú no te lo permites. A ellos les da igual. Mírame a mí. Libre, independiente, feliz y a todo color. Tú estás fría, como si toda tú estuvieras metida en una coraza metálica que ni te deja respirar.
- Siempre he tenido frío.
- Pero seguro que puedes dar calor, pero te falta valor. Te falta valentía para enfrentarte a toda la muchedumbre, a seguir el camino que tú desees y no el que dictan ellos, si es que hay ellos. Quizás eres tú, que te crees que sólo hay un camino. -Ella enmudeció. Se sentía más gris que nunca. No creía que hubiera más camino que el de tener todas las necesidades materiales satisfechas. Todos se movían por dinero, nadie daba nada por nada. Todo era dinero. Crear dinero, gastar dinero y volver a crearlo. - Vivir no es trabajar, vivir no es seguir la corriente de lo que hacen todos. Una pregunta, ¿sientes algo?
- No podemos sentir nada. Eso es de débiles.
- No puedes sentir porque no quieres. Tienes miedo.
- No tengo miedo. Soy un ser inerte. Es lo que somos.
- Mira dentro de ti. No eres gris. Eres verde. Muy verde.
- ¿Verde? ¡Qué tonterías dices!
- No. No estás muerta. Puedes florecer, puedes sentir. Sólo tienes que sembrar en ti. Confiar en ti. Sabes que no te gusta. Y sabes, porque lo veo en tus ojos, que quisieras ser una loca como yo. Debo irme. Pero piensa en lo que te he dicho.
***
La coraza le pesaba más que nunca. Era su seguro de vida, comprada pieza a pieza con el sudor de ese trabajo en cadena que le otorgaron prontamente. Sentía un vacío extraño después de esos bailes con el loco. Pensaba en el verde, pensaba en las taradas ideas del loco bailarín. Y empezaba a dudar del gris de sus días. ¿Y si era cierto que no pasaba nada si caminaba por otro camino?
Se quitó las botas, se despojó de toda la armadura. Se sintió liberada. No sentía frío. Se miró al espejo y se asustó al ver que sus habituales mejillas grises brillaban rosáceas y alegres. Se acercó y vio que sus ojos negros se tornaban color miel y chispeaban divertidos. Miró su boca, siempre recta, tensa. Su cabeza le envió la sonrisa del loco, y, como un impulso inevitable, su boca se curvó picarona. Su piel translúcida cobró vida.
Se desnudó por completo. Cerró los ojos y, a lo lejos, escuchó tambores. Su cuerpo se dejó llevar por esos ritmos. Con pasos concisos. Con saltos acompasados. Un brincar loco. Y sonreía y reía. Y giraba sobre sí misma sin parar con los brazos en cruz, con la cabeza mirando al infinito. Y los tambores sonaban con frenesí. Y ella danzaba sin pensar en nada. Salvo una cosa: cambiaría su camino. Quería ser loca, quería vivir. Y quería contagiar esa locura a la muchedumbre gris.
Lo tenía claro. Sembraría para ser la loca independiente que vive como le da la gana. Y cuando ya dominara su locura, la esparciría por allá donde encontrara gris. Le daría color. Como el loco se la había dado a ella. Quería gentío multicolor. Quería un mundo auténtico lleno de esperanza, lleno de risas, lleno de locos.
Mon
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